A mi esposa
Cuando la conocí yo estaba rota y perdida; muy cansada, sobre todo, cansada. Cansada, desgastada, harta. No me entiendes? Pensé, no existo, no estoy aquí. Morí un día de Abril, tomé una cuerda y me estrangulé, el día que ya no pude más.
Ella nunca escucho, seguía viéndome insistente, sonriente. Dios, esa sonrisa me desarma. Mandando ondas eléctricas de alegría para derribar todas mis defensas. Ella vio a alguien dentro de mi, detrás de mis ojos, alguien a quien yo aun no conocía. Suerte la mía que no se dio por vencida después de nuestro primer encuentro. Suerte la mía que escucho todo lo que mis silencios tenían que decir.
Pensándolo bien, casi nunca escucha lo que tengo que decir al menos que sea mi corazón convirtiéndose en palabras, es entonces cuando lo escucha todo, lo entiende todo. Lo escucha como si el destino del universo dependiera de cada verbo y adjetivo que de mi boca cae.
La amo.
La primera vez que me tuvo entre sus brazos, mi cuerpo gritó con voz de trueno, mi realidad se rompió en mil pedazos y cada decibel deshizo lo mas profundo de mi existencia.
Había llegado a casa.
Toda la vida busqué una receta para la persona perfecta, la receta perfecta para la cura de la agonía y la auto tortura. Uno nunca sabe cuando el sufrimiento termina. Todo tiene un principio, etapa media y final, hasta el dolor. Ella no fue el final de mi sufrimiento, eso llego un suspiro antes que ella, ella fue el inicio de mi vida.
No me enamore ese día que la conocí, no. Me enamore 10 años después cuando me quito la ropa despacito. Cuando me tocó, me besó, me abrazó, gimió sin pensar en el sexo como objetivo único. Me volví a enamorar 2 meses después cuando entre mis brazos se reía a carcajadas. Me enamore la ultima vez que me pidió que me casara con ella. Me enamore de ella la semana pasada cuando hablaba del día y de la lluvia, el día que sonreía y arrugaba la nariz… también ese día me enamore de ella.
El amor no llega de repente ni en cantidades contables, sube y baja, va y viene, es luz y obscuridad, noche y día. Un día empecé a confiar en ella y me entregue enteramente a ella para siempre. Ocurrió en pedacitos, ocurrió completamente.
A veces me escondo tras la pared de concreto que tantos años me costó construir. Luego regreso. Pero ella me busca. No me escucha, porque lo entiende todo. Me abraza me mima, me regaña, me cela, me engaña, me hace reír y también llorar. Me siento llena y a veces tanto que siento que me deja vacía. Y cada vez por todo eso que es y que soy es cuando me enamoro de ella.